jueves, 10 de septiembre de 2009

Qué llevar en la maleta I

Cuando te acostumbras a viajar de forma más o menos continuada, a trasladarte de casa, a vivir provisionalmente, te das cuenta de que la maleta debe estar siempre medio preparada para salir en cualquier momento.

Lo que antaño era preparar un equipaje a conciencia, con mucha ropa, utensilios de aseo o de uso personal, artilugios varios, etc, ahora se reduce al vestuario mínimo, el dinero y los gadgets tecnológicos personales. En un plis-plas montamos la maleta y nos vamos sin facturarla para que en los vuelos low-cost no nos cobren recargo.

Por cierto, las compañías de low-cost están acostumbrando a los pasajeros a viajar con todo el equipaje en cabina... Nadie quiere que para aprovechar un vuelo de bajo coste, que nos obliga a aterrizar a 100 km de la capital a la que vamos, y para el que, encima, ya hemos hecho incluso a veces otros tantos 100 km para llegar al aeropuerto de salida: Reus, Girona... además nos cobren por llevar la maleta. Este empeño en obligar a pagar aparte todo lo que no sea estrictamente el vuelo ha provocado que en cabina ya no se quepa. Al final, es la tripulación de a bordo quien debe consignar nuestras maletas en la bodega en el momento de subir al avión. Atentos: están obligados a entregarte un albarán o documento acreditativo de que esa maleta es tuya. En caso contrario ¿cómo la piensas recuperar? En la mayoría de los casos no te facilitan las cosas y menos el justificante de que has consignado tu equipaje de mano.

La maleta del espíritu low-cost es como la vida misma. Ya lo dijo el poeta, ligero de equipaje, esa es la mejor forma para escapar de viaje. Y a medida que acumulas años y experiencia, tu espíritu se va volviendo cada vez más low-cost: vas dejando muchas cosas por el camino para evitar que te lastren. El camino es, así, mucho más llevadero.

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